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sábado, 22 de febrero de 2014

Por qué el apoyo de EEUU al cambio régimen en Venezuela es un error.

¿Cuándo se considera legítimo derrocar un gobierno democráticamente elegido? Para Washington la respuesta siempre ha sido sencilla; cuando el gobierno estadounidense lo diga. Pero no es sorprendente que esta no sea la visión que por lo general tengan los gobiernos sudamericanos.


El domingo, los gobiernos del Mercosur (Brasil, Argentina, Uruguay y Venezuela) publicaron un comunicado sobre las protestas en Venezuela. Describen "los recientes actos violentos" en Venezuela como "un intento de desestabilizar el orden democrático". Y dejan bastante claro de qué parte están.


Los diferentes gobiernos declararon:
"su firme compromiso para con las instituciones democráticas y, en este contexto, rechazan los actos criminales de grupos violentos que quieren extender la intolerancia y el odio en Venezuela como un instrumento político".



Debemos recordar que, cuando el año pasado hubo protestas en Brasil con mucha más envergadura, no hubo ningún comunicado de Mercosur o sus gobiernos aledaños. Ello no significa que no les guste el presidente Dilma Rousseff; es porque con esas protestas no se buscaba hacer caer el gobierno democraticamente electo de Brasil.


La administración de Obama es un poco más sutil, pero deja patente de qué parte está. Cuando el secretario de estado John Kerry anunció "estamos especialmente alarmados por los informes de que el gobierno venezolano ha arrestado a decenas de manifestante antigubernamentales" estaba tomando una posición política. Porque había muchos manifestantes que habían cometido delitos.: atacaron e hirieron a policías con trozos de hormigón y cócteles molotov, quemaron coches, contenedores e incluso edificios del gobierno y cometido otros actos de violencia y vandalismo.


Un portavoz anónimo de un Departamento de estado fue aún más claro la semana pasada, cuando contestó a los manifestantes preocupándose sobre  "el debilitamiento de las instituciones democráticas en Venezuela" y dijo que hay obligación de que "las instituciones gubernamentales respondan con efectividad a las legítimas necesidades económicas y sociales de sus ciudadanos". Se sumaba así a los esfuerzos de la oposición para deslegitimar al gobierno, una parte vital para cualquier estrategia de "cambio de régimen".


Está claro que sabemos a quién apoya EEUU en Venezuela. No necesitan esconderlo; hubo un presupuesto federal de 5 millones de dólares para financiar actividades de oposición dentro de Venezuela y esto es solo la punta del iceberg- hay que sumar los cientos de millones de dólares invertidos en apoyarlos en los últimos 15 años.


Pero por qué son importantes las actuales jugadas de EEUU y por qué enojan tanto a los gobiernos de la región, es porque están apoyando a la oposición venezolana en un nuevo cambio de régimen. Kerry hizo lo mismo en abril del año pasado cuando Maduro fue elegido presidente y la oposición dijo que había pucherazo. La postura de Kerry, agresiva y anti-democrática provocó fuertes reproches en los gobiernos de Sudamérica por lo que se vio obligado a cambiar de planes y reconocer tácitamente el gobierno de Maduro. (Para los que no siguieron los eventos no hay duda de los resultados electorales).


El reconocimiento de las elecciones por parte de Kerry puso fin al intento de la oposición por deslegitimar al gobierno electo. Después de que el partido de Maduro ganara las elecciones municipales por un amplio margen en Diciembre, la oposición perdió por goleada. La inflación llegaba al 56% y había una amplia escasez de todos los bienes de consumo y aún así votaron al gobierno. Su elección no podía atribuirse al carisma de Chávez, que ya había muerto hacía cerca de un año, no fue algo irracional. Aunque el año pasado ha sido duro, los pasados 11 años, desde que el gobierno tomó el control de la industria petrolera, se ha mejorado con creces en los niveles de vida de la mayoría de venezolanos que antes eran excluidos y marginados.


Hay muchísimas quejas sobre el gobierno y sobre la economía, pero los ricos políticos de la derecha que han liderado la oposición no son un reflejo de sus valores ni inspiran su confianza.


El lider la de oposición, Leopoldo López- competidor con Capriles por el liderazgo- ha interpretado las manifestaciones actuales como algo que puede hacer caer a Maduro. Es obvio que que no había ni hay una vía pacífica de que esto ocurra. Según el profesor de la Universidad de Georgia David Smilde; el gobierno tiene mucho que perder con la violencia de las manifestaciones y la oposición algo que ganar.


 El pasado fin de semana, Capriles, quién inicialmente desconfiaba de la  un potencialmente violento "cambio de régimen"  acusó al gobierno de infiltrarse en manifestaciones pacíficas para "convertirlas en el centro de la violencia y la represión". Mientras que López desafiaba a Maduro en Twitter después de que el gobierno cometiera el error de amenazar con detenerlo.


.: no tienes las agallas para meterme preso? O esperas ordenes de La Habana? Te lo digo: La verdad esta de nuestro lado



Afortunadamente el gobierno no mordió el anzuelo. El apoyo de EEUU al cambio de régimen indudablemente a calentado la situación, puesto que Washington tiene mucha influencia sobre la oposición y sobre los medios de comunicación.


A la oposición le llevó mucho tiempo aceptar los resultados de las elecciones democráticas en Venezuela. Intentaron un golpe de estado respaldado por EEUU en 2002 y cuando fracasó intentaron tumbar el gobierno con una huelga de combustible. Perdieron el intento de recuperar la presidencia en 2004 y denunciaron irregularidades; entonces intentaron boicotear las elecciones Asamblea Nacional, sin ningún motivo, al año siguiente. Estos intentos fallidos de deslegitimar las elecciones presidenciales del pasado abril son una vuelta a su pasado oscuro no tan lejano. Solo queda ver lo lejos que quieren llegar esta vez para ganar por otros medios lo que no han sido capaces de ganar en las urnas y por cuanto tiempo va a apoyar Washington el cambio de régimen en Venezuela.


Traducción del artículo de Mark Weisbrot para The Guardian


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